La relación entre la política y lo que se considera lengua o dialecto me llama mucho la atención. Especialmente en relación a las diferencias que existen entre Italia y España. Hablo italiano bastante bien, conozco muy bien casi toda Italia y viví un año en ese país. Frecuentemente escuché a los italianos decir que casi todos los idiomas que se hablan en Italia salvo el italiano son dialectos. Y esto no es ofensivo, los calabreses por ejemplo dicen de si mismo que algo es «dialetto» o italiano. Sin embargo, cuando me mudé a España me di cuenta que para los catalanes o gallegos es ofensivo llamar a sus idiomas dialectos pese a que la distancia linguística entre los dialettos italianos y el italiano y entre el gallego y el castellano por ejemplo es la misma. Mi conclusión luego de vivir 12 años en España es que la gran diferencia entre Italia y España es que Italia fué un país unido en la época de los Romanos que luego de 1700 años de desmembramiento se quizo reunificar. En España ocurrió lo opuesto. Castilla conquistó idiomáticamente al resto de la península en la que historicamente hubo un enorme resentimiento a su ocupación lingüística. De ahí que las lenguas de la península luchen por la igualdad idiomática con el castellano y en Italia ocurra lo opuesto . Si una lengua es un idioma o un dialecto en España e Italia no tiene tanto que ver con la distancia idiomática como como el tamaño de la población que habla una u otra y con la relación política entre los pueblos que las hablan. Así es como mis amigos catalanes que reaccionan enojados cuando llega un argentino desconocedor de la situación política de España y llama al catalán un dialecto luego vienen a Menorca y llaman al menorquín dialecto del catalán. Mi opinión es que los franceses, italianos, portugueses, castellanos, catalanes, sardos, corsos, y muchos otros, son todos dialectos….del latín. Es más, una de las materias más utiles que estudié en el Colegio Nicolás Avellaneda en Buenos Aires se llamaba gramática histórica. Primero estudiábamos latín y luego estudiábamos las deformaciones del latín que terminaron construyendo cada una de las lenguas romances. Luego cuando aprendí a hablar italiano y francés y a entender catalán y portugués esto me sirvió mucho. Aprendíamos cosas como que cuando vemos una H al comenzar una palabra en castellano busquemos una F en otros idiomas latinos ya que la H es una mutación de la F. Y así me muevo entre idiomas latinos yo, recordando mis lecciones de gramática histórica y sus sencillas reglas. ¿Otra más? Los UE son O. Huevos, Ovos. Huesos, Osses.

Agregado luego de leer los comentarios:

Para mi es paradójico los comentaristas que hablando gallego o catalán me sugieren que no hable de este tema por no ser filólogo.  Este blog es el blog de un amateur, yo, que se mete en muchísimos temas sin ser un experto entre otras cosas porque aunque respeto a los expertos creo que no se puede dejar al mundo en manos de los expertos.  Sin ir más lejos pensemos que es la democracia actual.  La democracia consiste en que el mayor número de no expertos posibles, los votantes, deleguen su poder de desición a un grupo de expertos una vez cada muchos años y se retiren del proceso político.  El resultado como vemos es bastante malo.  Yo en cambio creo en la democracia de los blogs porque creo en el poder de cualquier persona para estudiar un tema y comentarlo.  Me pasé suficientes años escuchando y/o hablando castellano, francés, italiano, portugués,  catalán, menorquín, y hasta gallego para poder opinar y mi opinión aunque enriquecida al leer los comentarios no ha cambiado.  Creo que el tema de qué es considerado un dialecto y qué es un idioma en este mundo es mucho más político que filológico y que por eso en Italia lenguas más antiguas que el italiano aceptan ser llamadas dialectos del italiano (porque los que las hablan voluntariamente decidieron acoplarse al italiano) y en España los que hablan idiomas más antiguos que el castellano al haber sido obligados a adoptar el castellano rechazan al mismo.

Tengo 4 hijos. Los 3 más grandes (de 17, 14 y 13 años) nacieron en Estados Unidos y el más pequeño (de casi un año) nació en España. Y si bien vivimos en Madrid, estamos en este momento de vacaciones en nuestra granja en Southampton, Long Island. Mis hijos más grandes nacieron y vivieron toda su infancia en Estados Unidos y, ciertamente, Nueva York les encanta. Pero en estas vacaciones ha sucedido algo muy curioso: que si bien se han divertido mucho, se mueren de ganas de volver a España. ¿Por qué? Porque allí se sienten más libres.  Me explico.

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Durante mi estadía en Estados Unidos me he reencontrado con el increíble mercado americano. El sueño del consumidor empedernido. La verdad que teniendo cerca de mi casa el centro comercial más grande de Europa (el complejo Plaza Norte) creía que en España habíamos llegado al nivel de consumismo que existe en Estados Unidos. Pero al venir a USA me di cuenta que me había equivocado, que me había olvidado de la cantidad de opciones que tienen los consumidores en este país. Se nota en las calles, en los supermercados, en los centros comerciales, en las librerías, en los kioscos de diarios, en los restaurantes, en todos lados… Esto me ha hecho pensar una vez más en las diferencias que existen entre España y Estados Unidos. Y me aventuré un poco a estudiar dónde es que tienen más opciones los consumidores para ver si mi sensación de que en Estados Unidos hay muchas más opciones es realista o no.

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Ayer en Nueva York comimos con mi amigo Daniel Lubeztky. Pero Dani tuvo que venir solo, su novia, que es médica, acababa de terminar una jornada de trabajo de 30 horas seguidas y estaba durmiendo al mediodía.   Esto me hizo reflexionar sobre dos cosas: (1) el hecho de que en Estados Unidos parece no haber límites a la cantidad de horas que una persona puede trabajar, y (2) la generalización de horarios perversos en la medicina.

Estados Unidos es el país industrializado que más horas trabaja. En 2000, los estadounidenses trabajaron 1.978 horas anuales por persona, lo que supone un incremento de casi una semana laboral en los últimos diez años y de dos semanas largas con respecto a 1980. En suma, ahora trabajan 49 semanas y media al año, 40 horas a la semana. Este incremento de la jornada laboral es contrario a la tendencia en los otros países industrializados, donde se ha recortado la jornada en los últimos años. Así, en Europa no se trabaja tanto como en Estados Unidos desde mediados de los años 60, y en 1990 los japoneses trabajaban más horas al año (2.013) que los estadounidenses (1.943). Ahora, los norteamericanos trabajan 137 horas al año más que los japoneses (unas tres semanas laborales y media más); alrededor de 260 horas (unas seis semanas y media) más que brasileños y británicos; y 499 horas (doce semanas y media) más que los alemanes.

Hay quienes dicen que esto se debe a que los trabajadores se esfuerzan en todos los casos. Así, en los momentos de expansión las empresas exigen más trabajo a sus empleados, y en las recesiones, cuando hay despidos y trabaja menos gente, los trabajadores dedican más horas para mantener el empleo. Incluso muchos piensan que los estadounidenses trabajan demasiado y que deben adoptar las políticas laborales europeas ( por ejemplo, la mayoría de los europeos gozan de vacaciones entre cuatro y seis semanas al año, comparado con 1,5 a 2,5 semanas en Estados Unidos). Está claro, además, que la mayor parte de las familias estadounidenses tienen ingresos que aumentan por debajo de la inflación y que para compensar esta pérdida de poder adquisitivo tienen que trabajar más duro y durante más horas que sus padres y sus abuelos. Y se sabe que existe una relación directa entre la legislación laboral y la jornada de trabajo. Y que en países como Estados Unidos, en los que existe menor regulación, los trabajadores alargan sus jornadas más de lo habitual.

Pero el hecho es que, sea por lo que fuere, esta costumbre tiene graves consecuencias en términos de la seguridad de los trabajadores. Porque está comprobado que los accidentes de trabajo están más relacionados a la cantidad de horas trabajadas que al tipo de trabajo realizado. Es decir, que la fatiga y el estrés acumulados durante la jornada laboral afectan la salud de las personas y las condicionan a tener más errores y accidentes. Los trabajadores que hacen horas extras, por ejemplo, son un 61% más propensos a sufrir heridas o enfermedades. Y las jornadas que se prolongan más de 12 horas diarias aumentan las posibilidades de lesión más de un tercio. Las horas acumuladas también cuentan, ya que si una persona trabaja 60 horas a la semana su riesgo de enfermar es un 23% mayor.

Lo insólito es que esto sea obviado en la medicina misma. Porque en Estados Unidos  los residentes llegan a trabajar hasta 30 horas de corrido. Este es el caso de Michelle. Lo peligroso es que, a diferencia de otros oficios y profesiones, en la medicina el cansancio no sólo afecta la salud de los médicos sino que pone también en juego la seguridad de los pacientes. Justamente me contó Dani que el último paciente de Michelle al final de sus 30 horas fué un enférmo cardíaco que sufría un infarto.  Un estudio realizado en Estados Unidos asegura, por ejemplo, que las jornadas prolongadas que suelen realizar los médicos internos provocan una incapacidad similar a la producida por el consumo de entre tres y cuatro bebidas alcohólicas. Pero la legislación establece un límite de ochenta horas semanales para los médicos internos. ¡Esto es 16 horas por día u casi 12 horas por día sin fines de semana!

Pero en el caso de la medicina Estados Unidos no parece estar solo.  En España,  una encuesta realizada en 2005 por la Asociación Española de Médicos Internos Residentes (AEMIR) reflejaba que más de la mitad de los residentes no libraban nunca después de realizar una guardia, por lo que llegaban a realizar jornadas de hasta treinta y dos horas sin prácticamente descansar. El 18% admitía que durante estas largas jornadas utilizaba fármacos de forma sistemática para evitar el sueño, un abrumador 60% de los médicos encuestados decía haber cometido algún error grave en el ejercicio de su profesión a causa de la fatiga, y el 34,7% aseguraba haber sufrido algún accidente en la carretera tras finalizar la guardia. No estoy al tanto de cómo es la situación en este momento, pero a fines de 2005 no existía regulación alguna de las condiciones laborales de los programas de médicos internos residentes. Y si bien los sindicatos médicos y AEMIR exigían que se cumpliera la directiva europea que obliga a librar tras una guardia, no todos los hospitales aplicaban esta medida.

En este sentido, las largas jornadas de trabajo no sólo son de insalubres para los trabajadores sino que pueden resultar peligrosas para otras personas. Pensemos, por ejemplo, en los servicios de transporte público, donde la vida de muchas personas dependen de la calidad del trabajo de unas pocas. Pero, además, pueden llegar a considerarse injustas y en muchos casos inmorales. Según los datos proporcionados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más de 600 millones de trabajadores (el 22% de la fuerza laboral mundial) tienen jornadas de duración «excesiva» y 5 mil personas mueren diariamente en el mundo a causa de accidentes laborales o enfermedades relacionadas con el trabajo (lo que da un total de casi 2 millones por año). Además, los accidentes laborales le significan a la economía mundial una pérdida aproximada de 1,2 billones de dólares, monto que equivale al 4% de la riqueza del mundo y que es 20 veces superior a toda la ayuda oficial que el mundo destina a los países en desarrollo. El 4% del Producto Bruto Interno (PBI) mundial (1.251.353 millones de dólares) se pierden anualmente por los costos de ausencias de trabajo, tratamientos de enfermedades, las incapacidades y las prestaciones de sobrevivientes que originan las lesiones, las muertes y las enfermedades que pueden ser evitados. Me gustaría saber si hay errores cometidos en la medicina que podrían no suceder si los residentes trabajaran con horarios lógicos.

Conclusión:  así como me parece absurda la legislación francesa que obliga a trabajar 35 horas semanales creo que trabajar 80 puede ser improductivo y peligroso.  Para mi lo mejor es que la gente pueda negociar en su trabajo con mucha flexibilidad de horario lo que quiera con su empleador algo que en la España del enorme desempleo o en la Argentina del enorme desempleo no se podía hacer pero que algunos empleados pueden hacer cada vez más.  En mis empresas he negociado todo tipo de arreglos incluyendo trabajo por objetivos y no por horas.

Hoy estaba mirando mi Netvibes, mi página de inicio a internet, que contiene todas mis fuentes de información. Como se ve, aunque tengo dos pestañas de blogs en castellano y noticias en castellano, la mayoría de mis fuentes son en inglés. Y me animo a decir que esto no sucede sólo en mi caso. Y que los blogueros que más admiro en castellano (como Alvy, Eduardo Arcos, Enrique Dans o Mariano Amartino), deben tener un Netvibes similar. Porque, hoy en día, para ser realmente una persona informada en castellano hay que poder entender bien el inglés. Así, quien lea a estos blogueros verá que las fuentes que citan son casi todas en inglés.

Lo que sigue a continuación es un artículo un poco provocativo, que puede incluso ser mal recibido por algunos de mis lectores, pero que sostiene algo en lo que creo firmemente: que una persona que no entiende bien inglés no puede ser realmente culta.

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En Marzo de este año estuve en Japón y una de las cosas que más me llamó la atención fue su política migratoria. Me resultó interesante notar como frente a un fenómeno de creciente importancia (entre 1960 y 2005, el número emigrantes internacionales en el mundo pasó de 75 millones a 191 millones), los países tienen distintas actitudes e implementan políticas completamente diferentes. Eso es al menos lo que uno puede observar al comparar los casos de Japón, España y USA.

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Me llegó de muy buena fuente que una importante publicación española me quería dar un premio y Telefónica les dijo que si me lo daban les retiraban la publicidad. Lo que no entiendo es que ahora que Fon les consigue tantos clientes (para ser Fonero hay que tener ADSL y ellos son el principal proveedor), ¿qué les importa si me dan un premio? Y a mi no es que me importe ganar un premio más, claro, a todo el mundo le gusta que le den un premio, pero el tema es que el estilo Telefónica es ganar con trampa. El rollo (la onda) Telefónica no es solo ser gigante, romper la ley, pagar multas, y por lo que se vio en los juicios argentinos, pagar sobornos, sino que también consiste en pisarle la cabeza a los demás aunque poco tengan que ver con su negocio. Con la pasta (guita) que tienen casi no invierten en nuevas empresas, no ayudan al desarrollo tecnológico de España y el tamaño de su fundación es patético. El franquismo se acabó en casi todos los sectores de la vida española, salvo en Telefónica.

Parece que no soy el único argentino que hoy está descontento con Telefónica.

Si, ya. Muchos me dirán «Martín por qué no dejas de leer El País y punto», como ya ha ocurrido en el pasado. Pero como dije yo leo a El País, junto con La Nación de Argentina y estos dos periódicos me parecen los mejores en castellano. Pero hay cosas que me indignan sobre El País que no ocurren con La Nación. Estas tienen que ver con tres temas: la cobertura de Oriente Medio, el uso de El País como una máquina de ingreso y promoción para las otras propiedades de Prisa y los ataques de El País a El Mundo, su primer competidor, ataques en los que el buen periodismo se mezclan con intereses económicos de derrotar a un rival mucho más débil en papel, pero más fuerte en Internet que es el futuro.
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Fuí y siempre seré argentino. Pero entre el 1982 y 2003 también era ciudadano norteamericano. En el año 2003 decidí renunciar a mi ciudadanía norteamericana y adoptar la española. Es decir que pasé de ser argentino y norteamericano a ser argentino y español (no me dejaban tener las 3 y preferí la española a la norteamericana).

En Argentina se han hecho encuestas sobre España que han dado resultados curiosos: en Argentina se considera la empresa española la menos querida (o mas odiada) de todas las empresas extranjeras, pero al mismo tiempo se considera al pueblo español el más querido de todos los pueblos extranjeros. Yo voy a traducir esto a mi vida en España. Desde que estoy aquí construí 3 empresas españolas, Jazztel, Ya.com y Fon y a diferencia de mis compatriotas quiero mucho a la empresa española (por lo menos a las que hice 😉 aunque entiendo por qué los argentinos no (en Argentina las empresas españolas se metieron en industrias casi monopólicas que aprietan el bolsillo del consumidor). Pero yo en España tengo otro problema con este país y es que comparto el amor al pueblo español pero detesto su administración pública con la que he tenido tantos problemas.
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Dentro de España se escuchan bastantes críticas sobre el modelo de desarrollo español y sus dos grandes debilidades: una, su enorme dependencia en la construcción y otra, en Latinoamérica. Pero, al mismo tiempo, no hay duda de que las empresas españolas en su conjunto han sido muy hábilmente gestionadas y que la economía y el valor bursátil de éstas han aumentado de forma notable. Como todo en la vida, el mundo de la empresa española no es positivo o negativo, sino que tiene realmente las dos caras. Quería escribir un artículo sobre este tema pero encontré un resumen del Economist que me pareció muy bien escrito y claro. Me imagino que algun medio español lo traducirá pronto.