Escribe hoy Hermann Tertsch en El País un artículo sobre la Cumbre Euromediterránea (“Las razones de la abuela”). El periodista se hace eco de las opiniones que anticipan un pronóstico tan infértil como bienintencionadas se presumen las razones de ZP para convocarla. Cita las declaraciones de Rosa Regàs, la directora de la Biblioteca Nacional: «Tras la incomparecencia de líderes árabes puede estar la mano negra de Condoleeza Rice». Las palabras de Regàs son la introducción (lo que en lenguaje de prensa se denomina percha), con las que Tertsch da comienzo a un artificio semántico, de factura propia, que trasciende del color de la piel a la oscuridad de las intenciones con una simpleza metafórica cuanto menos peligrosa para un diario de difusión nacional. Escribe: “Es evidente que la mano de Condoleeza Rice es negra, la derecha tanto como la izquierda”, confirma: “Rice, con sus intenciones siempre tan negras como sus manos” y sentencia, en el último párrafo: “(…) tenemos la negra con Condoleeza”.

La política y el lenguaje comparten la capacidad de construir realidades, en ocasiones incluso hermosas. Pero también la de destruir. Tertsch vincula la oscuridad de facto de un personaje como Condoleeza Rice al color de su piel con una analogía tan siniestra como lo es para muchos la política internacional de la secretaria de estado americana; difundir opiniones en términos de intenciones tan negras como sus manos muestra un espíritu democrático tan cuestionable como el personaje sobre las que versan. Las insinuaciones racistas del lenguaje son una de las mayores oscuridades en las razones de la democracia.