Mia Varsavsky nació esta mañana.  Todos estamos bien y muy felices. Aquí os dejo esta foto a las dos horas de su nacimiento. Nina estuvo fantástica, fue valiente, segura de sí misma y mantuvo la sonrisa en todo momento. Mia  también tuvo su parte de lucha durante el parto, pero le hemos asegurado que la vida mejorará con el tiempo. El nacimiento tuvo lugar en la Clínica Ruber Internacional en Madrid a manos del Dr. Luis Recasens,  un destacado obstreta que le practicó la cesárea. No hay lugar a duda,  yo tuve la parte más fácil 🙂

Tengo 4 hijos, en un mes nace el quinto. Ser padre es lo mejor que me ha ocurrido en la vida. Supera a cualquier logro profesional. Pero ser padre no es siempre fácil. Cada chico trae sus desafíos. Mi cuarto hijo trajo el desafío del habla. A diferencia de sus hermanos mayores no habló corrientemente hasta los 4 años, que es lo que tiene ahora. Es decir hasta hace unos meses. Y debo admitir que sufrí mucho con el tema. Sus hermanos mayores hablaban a los dos años igual de bien que el a los 3 y medio. No lograba armar frases, tener conciencia del yo, cuando finalmente habló lo hizo en tercera persona sobre si mismo. Solo ahora entendió el uso de la primera persona. Hace pocos meses.

Durante estos difíciles años en los que sus compañeritos hablaban y él no, fuimos a ver psicólogos infantiles. Fue una mala experiencia. Así como 3 médicos pueden ver a un chico y coincidir en un diagnóstico, digamos conjuntivitis, 3 psicólogos diferentes vieron a mi hijo y cada uno dijo otra cosa. La psicología no es una ciencia y en caso de niños con problemas como el de no hablar, no entienden los mismos psicólogos lo que está pasando. Yo por suerte seguí fiel a mis principios: mejor no saber la respuesta de algo que estar convencido de algo que no es y descreí de los 3 diagnosticos diversos de los psicólogos. Estaba convencido que mi hijo no tenía problemas psicológicos, se conectaba muy bien con todo salvo el habla. En lo único que si sirvió ver a los psicólogos es en entender que nuestro hijo no tenía nada concreto y obvio porque sino hubieran estado de acuerdo. Además ayudó que es el cuarto hijo. Seguro que no la primera hubiéramos ido de tratamiento en tratamiento hasta que hubiera hablado igual a los 4 años. Pero debo reconocer que fueron años angustiosos.

Lo interesante fue como se curó el tema. Con paciencia, amor y tiempo por parte de el y toda la familia. Fue como que su cerebro un día hizo click. Y se puso a hablar sin que nada específico cambiara en su entorno. Lo que por años fue un entendimiento por sonidos y signos con las manos se transformó en lenguaje, gramática, estructuras. Pero no solo a hablar, lo curioso es que se puso a leer también. ¡Aprendió a hablar y leer al mismo tiempo! A escribir también aunque solo con teclados ya que no tiene aún la coordinación motriz para escribir a mano pero reconoce letras como sonidos, une los sonidos en palabras y le da significado a las palabras. Ahora está al nivel de sus compañeritos.

Conclusión, si tu hijo no habla pero parece normal en todo lo demás ten paciencia. Con atención, cuidado, amor, y tiempo al final hablará. No conozco adultos que son normales, no son mudos ni sordos, pero no hablan. Es todo cuestión de tiempo. Y mi consejo, no escuches a psicólogos que te culpan a ti o a las circunstancias de tu hijo de su problema. En un caso una de las psicólogas decía que los padres teníamos que tratarnos con ella. El habla parece ser algo que cuando se desarrolla, se desarrolla, y que antes de tiempo no hay manera de lograr que un chico hable.

Termino con una advertencia: si tu chico además de no hablar no se «conecta» ahí si que puede ser que tenga un problema serio y si recomiendo ir a un tratamiento. Pero Leo fue siempre cariñoso y comunicativo, aunque hasta hace poco curiosamente, sin lenguaje.

Como lectura recomendada, aquí os dejo este artículo sobre el tema.

Mi padre, Carlos Manuel Varsavsky, falleció el pimero de marzo de 1983 cuando solo tenía 49 años. Murió en un avión, volando de Nueva York a Buenos Aires. Fué una tragedia. Mi hermana Paula, relata parte de lo terrible que fue ir a buscarlo a Ezeiza, el aeropuerto internacional de Buenos Aires y que le digan que había fallecido. Lo cuenta en su libro «Nadie Alzaba la Voz» que recomiendo leer. Su cadaver fue transportado de vuelta a Estados Unidos y lo enterramos en el cementerio de Cedar Lawn en una ceremonia judía en East Hampton, en el estado de Nueva York. Fue el momento más triste de mi vida. Tenía 22 años.

La muerte temprana de mi padre me dejó bastante marcado. Todos queremos a nuestros padres, cada uno a su manera. La mía era de gran admiración por ese señor «Google antes que Google» que todo lo sabía. Doctorado en astrofísica en la universidad de Harvard pero también apasionado de la historia y la industria. Mi padre era para mi una gran fuente de amor y educación. Era mi Sarmiento (gran educador argentino).

Pero aunque en 1983 ya se sabía algo de lo malo que era el colesterol para el corazón lo que mi padre no tenía claro que su sobrepeso, su mala dieta, su estilo de vida sedentario y de mucho estrés iban a resultar en la tormenta perfecta. Y así fue.

Desde la muerte de mi padre que yo me propuse dos cosas: una era recordar todo lo que había aprendido de el, y eso lo he conseguido y logrado transmitir a mis hijos, pero la segunda y también muy importante es vivir una vida sana.

Fue así que desde 1983 cambié mi dieta argentina (en Argentina las enfermedades cardiovasculares son tristemente muy comunes) y controlé las grasas animales pasándome a la dieta mediterranea/asiática, sin manteca (mantequilla), crema (nata), quesos, huevos, de bajo colesterol. Mis comidas alternan entre la comida española pero sin huevos ni frituras, la italiana del sur y la asiática en general. Salvo en el norte de Europa no tengo problemas en encontrar comida buena para mi. En Francia a veces la paso mal porque con el tiempo perdí la capacidad de digerir los quesos franceses, huevos, comida con mucha mantequilla y en especial comida cocinada con nata. No soy talibán del tema, me puedo comer un postre, un asado alguna vez, pero en general como muy bien y sano.

También me hice chequeos médicos cada dos años desde los 30 que me siguen dando muy bien. El doctor Ben Lewis del Columbia Presbiterian me dice que debo tener los genes de mi madre pero aunque los análisis den muy bien que me cuide. Desde que vine a España me entusiasmé con el ciclismo que además de apasionarme me ayuda a estar en forma. Me recorrí mucho de este país en bicicleta. También en Argentina crucé los Andes dos veces en bici y me fui de Tucuman a Salta.

No fumo y evito los sitios con humo, algo muy fácil afuera de España pero que lamentablemente aún es muy común aquí y lo sufro. Espero que de una vez por todas pasen la ley para que proteja la salud de los que no fumamos. El tema del tabaco es difícil porque a mi no me importa que otros coman muchos grasas pero si me afecta que fumen pura exclusivamente por el humo que me llega a mi. Por lo demás por mi que cada uno haga lo que quiera. Tampoco estoy contra las drogas salvo si estas hacen que el drogadicto pueda poner en peligro a los demás. Solo bebo vino. No me gustan las otras bebidas alcoholicas.

Ahora ¿por qué cuento todo esto hoy? Porque hoy, o exactamente anoche, fue la noche que sobreviví a mi padre. De ahora en más mi vida es más larga que la de el. No fue a propósito pero anoche yo también pasé la noche en un avión volando de Miami a Madrid. Pero dormí bien, de la mano de mi esposa Nina. Con Nina siempre duermo bien 🙂 Además en Madrid me esperaban mis hijos, Isa y Tom, que sabían que hoy era un día especial para mi.

Reconozco estar un poco sentimental. En familia vimos Invictus, la película sobre la vida de Mandela y se me cayeron unas lágrimas en algunos momentos claves de la película. Me pareció emocionante como Mandela logró superar el odio por sus enemigos y los transformó en compatriotas. También me dio pena que el podía ser todo menos padre. Que su relación con su propia familia quedó truncada. Sus hijos resultaron ser los 43 millones de sudáfricanos.

¿Cual es mi plan? Seguir viviendo mi vida tal como la vivo ahora. Disfrutando de mis 4 hijos divinos, de mi hermosa relación con Nina, de mi trabajo, de mis amigos, de mi capacidad de crear empresas y venderlas y tomarme sabáticos cada 5 años (ya me tomé cuatro).

Pero habiendo dicho esto recuerdo nítidamente el último día de la vida de mi padre porque lo pasamos juntos. Ese 28 de febrero de 1983 en el que mi padre me ayudó a completar la solicitud para entrar a hacer un doctorado en epistemología en la universidad de Oxford. Nunca se enteró que me aceptaron. Nunca se enteró que no tenía dinero para ir y me pasé a un MBA en Columbia. Nunca se enteró de que aunque me hice empresario también me hice profesor ocasional en el Instituto de Empresa como homenaje a el. No se enteró de cómo fue el resto de mi vida. Pero como decía mi abuela Ora Waisman, «solo mueren los que son olvidados». Y en ese sentido, Carlos Manuel Varsavsky está conmigo todos los días.

Esta semana fue muy especial para FON y para mi. Empezamos la semana con 3000 foneros registrados, principalmente en España, terminamos la semana con 13.000 foneros registrados, la mayoría afuera de España. Salimos en 165 periódicos alrededor del mundo y en 1300 blogs, numerosos programas de televisión, radio, revistas. Aún no tenemos todas las cifras.
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