Paul Klee 1928, Bauhaus

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Sigo con el tema de que España tiene la tasa de natalidad de su población nativa más baja del mundo, récord que frecuentemente disputa con Italia y Japón. Ya dije que creo que una mujer u hombre que quieren tener hijos ahora y que ya contribuyeron por lo menos 5 años a la seguridad social, podrían pedir 2 años de pensión para cuidar de su bebé a cambio de jubilarse a los 67 y no a los 65. También dije que en España faltan guarderías o ayudas a los padres para criar chicos, y efectivamente es así.

Pero el otro tema que salió de algunos comentaristas y que quiero resaltar, porque comparto, es el tema de los abuelos. En España ahora por cada hijo que tiene un español nativo los inmigrantes tienen dos y esto es de destacar porque en general los inmigrantes no tienen a sus padres en España. Lo que yo me pregunto es si no habría que redefinir la abuelidad.

Yo creo que de alguna manera los abuelos tienen que jugar un rol más importante en la crianza de sus nietos que el que juegan en la España actual. Esta es la tercera pata que falta para que España no desaparezca en el olvido. La primera es la ayuda por parte del Estado para el cuidado de niños, la segunda una pensión durante el tiempo que los niños tienen menos de dos años para que puedan ser cuidados por sus padres, que es lo mejor, y la tercera es que si no están los padres, que estén los abuelos.

No me parece un gran logro de la modernidad haber librado a los abuelos de ayudar en la crianza de sus nietos. Además, me parece que la democracia tiene un enorme defecto no dándole a los padres votos extras por sus hijos de los cuales son custodios hasta que ellos votan. En las democracias actuales, si uno estudia, ve que los viejos son desproporcionadamente más ricos que los niños y esto es porque los niños no votan. Pero no siempre es así y hay abuelos ejemplares que se dedican muchísimo a sus descendientes. Este fue sin duda el caso de los míos. Así que ya que estoy en el tema de los abuelos, aprovecho para agradecer a mis abuelos, especialmente a mis dos abuelas, Ora Alperovich de Waisman Diamond y Juana Soifer de Varsavsky por haber participado tan activamente y haberme ayudado tanto. También agradezco a Rosa, que era la niñera que tuve de pequeño y que aún va a casa de mi madre cuando voy de visita a cocinarme su tarta Pascualina (los argentinos sabrán que es) y sus increíbles panqueques de dulce de leche (no digo su apellido por razones de seguridad, es decir los secuestros aún comunes en Argentina).

Termino el post con una anécdota de mi abuela Ora Alperovich de Waisman Diamond (en la Argentina cuando alguien se casaba se decía de algo que suena mal, pero es así). Para los que me escriben insistentemente que una persona que deja de trabajar se queda afuera y nunca más puede volver a su carrera laboral les cuento que mi abuela Ora nunca trabajo…hasta que tuvo 50 años y se cansó de vivir de mi abuelo. Mi abuelo, Gregorio Waisman Diamond, apodado Goyo, era un abogado corporativo muy de derechas y dado a jugar al golf y otras cosas muy chetas o pijas, como se dice en España (si pijas sorry, se dice así aquí). Pero bueno, resulta que el exitoso abuelo mío, abogado jefe de la empresa de seguros La Continental, se vió «humillado» por mi abuela que a los 55 años ganaba más dinero que él.

¿Cómo? Resulta que mi abuela Ora hizo de su pasión, el arte, un trabajo fundando la galería de arte Galatea en la calle Viamonte. Y lo hizo sin capital, adentro de una librería en una parte que la librería no usaba. Y lo hizo después de luchar contra el cáncer exitosamente y perder un ojo. Así fue que cuando yo era chico y mis padres con sus sueldos de profesores no les alcanzaba para comprarme algo tipo patines para el colegio, mi mamá me decía «andá a pedírselos a Ora». Y yo de chico me la pasaba mirando libros de arte en la galería de mi abuela.

Ahora, por ejemplo, tengo un Paul Klee y fue mi abuela la que me hablaba de Paul Klee y me enseñaba allá por 1968, cuando yo tenía 7 años, a muchos artistas que «pintaban como chicos». Y es a ella a quien le debo la colección de arte que tengo y especialmente un Xul Solar que compré. Cuando mi abuela ya era muy mayor se mantuvo hasta su muerte vendiendo cada tanto uno de los cuadros que le habían quedado de su galería. Algunos los compraba yo, pero, a diferencia de los 14 familiares que mantengo, a mi abuela nunca la mantuve, sino que simplemente le compraba algunos de sus cuadros.