Desde el 7 de octubre, he experimentado un cambio significativo en mis ideas políticas, inclinándome hacia la derecha. En el pasado fui un donante del partido Demócrata estando en el consejo de la fundación Clinton. Ahora he dejado ese partido.

El 7 de octubre marcó un punto de inflexión, alterando profundamente mi percepción política del mundo. El impacto fue doble: por un lado, la constatación de las horrorosas acciones de Hamas, asesinatos secuestros y violaciones tristemente celebrados en Gaza, pero por otro, y aquí el shock, el apoyo a Hamas desde la izquierda en Estados Unidos, resto de Europa y España.

Antes mantenía una visión idealista sobre la izquierda. Ahora, esa visión ha cambiado drásticamente, adaptándose a una realidad más sombría. Veo a la alianza roja y verde como una amenaza a la democracia en Europa y Estados Unidos. La denominada cultura progresiva o woke, se transformó, al apoyar a Hamas, en el enemigo. La cultura conservadora, al apoyar a la democracia de Israel, en un nuevo amigo.

Es así que he llegado a ver que Vox no representa una amenaza a la democracia liberal. Mucho más preocupante me parece la actitud de Pedro Sánchez en su intención de reconocer a Palestina tras la masacre de judíos. Esto lo percibo como un premio a Hamas qué llega como una bofetada a los ideales democráticos, al pueblo judío y a todos los españoles qué están en contra de recompensar al terrorismo.

Los judíos éramos 10 millones en 1939 en Europa, ahora quedamos solo 1 millón. Pero así como Alemania pasó de ser Nazi, a ser la gran defensora de la democracia, la derecha europea paso de ser fascista a ser la primera fuerza en la lucha por la libertad de las personas y la defensa de los derechos individuales. La izquierda, qué en su momento luchaba por la democracia, ahora apoya al islamofascismo de Hamas y muchas causas qué atentan contra la libertad de las personas.

El mundo ha cambiado. El 7 de octubre fue un despertar para mi.

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